Huelva






Estos son algunos de los cuentos, historias y leyendas de la localidad de Huelva.





"La gallina y el pollito"


Una vez, un pollito y una gallina decidieron ir a buscar avellanas para comer. Ambos acordaron que iban a repartir a partes iguales todas las semillas que recogieran. Pero la gallina, que era un poco tacaña, decidió no compartir y al encontrar una avellana la engulló y comenzó a ahogarse.
Cuando el pollito fue a ver qué le pasaba, la gallina le dijo que fuera a por agua. 

Apresurándose, el pollito le pidió al pozo el agua, pero el pozo le dijo que antes le debía dar un ramo de flores de una novia; el pollito le pidió el ramo a la novia, pero ésta le dijo que antes tenía que ir al zapatero a por sus zapatos; el zapatero le dijo que antes de darle los zapatos le tendría que pedir al cerdo tres libras de manteca; el cerdo le dijo que antes debería traerle un poco de hierba fresca del padro; y el prado como era muy bueno no le pidió nada a cambio. 

El pollito fue haciendo uno a uno todos los recados, pero cuando llegó la gallina parecía haber muerto. Pero de repente, un cazador que por allí pasaba con unas pinzas logró quitarle la avellana y la gallinita se curó feliz, y prometió no ser tan avariciosa la próxima vez.

"El Hospital maldito Manuel Lois"


En pleno centro de Huelva durante los años 50, concretamente el día 30 de junio de 1952, se inauguró el hospital Manuel Lois, que permaneció activo hasta mediados de diciembre de 1993, cuando se decidió abandonarlo sin motivos aparentes. Y es que el sanitario era ya un edificio viejo por entonces, no dotado de las instalaciones con las que actualmente cuenta su sustituto, el Hospital Juan Ramón Jiménez.   
No obstante resulta muy extraño que un edificio así de grandes dimensiones, de unos 11000 metros cuadrados quede en ruinas durante tantos años, hasta el año 2008 y que durante estos 15 años casi todo el material clínico e inmobiliario permaneciese dentro sin que nadie del Ayuntamiento decidiera retirarlo para reutilizarlos para otras actividades o simplemente tirarlos.  
Todo esto causó gran sorpresa en la capital onubense, pues pocos meses antes del abandono este lugar era utilizado por todos los ciudadanos siendo el Hospital Central de la provincia. La mayoría de la población adulta de Huelva ha nacido allí.   
  
Tras el repentino cese de sus funciones se comenzaron a escuchar ruidos por la noche, a propagarse incendios y a verse imágenes extrañas desde sus ventanas. A partir de entonces se fue forjando una leyenda urbana, que quién sabe lo que tiene de cierta o de falsa pero la leyenda de Manuel Lois sigue vigente hasta nuestros días después.   
Después de su cierre muchos fueron los interesados, que después de burlar al guardia de seguridad del sanatorio, se adentraron dentro en busca de cosas a coste cero, como mesas, espejos,…  o simplemente en busca de un sitio para hacer botellones o para tener tranquilidad. Estos turistas, progresivamente fueron encontrándose con sorpresas. Por la noche los ascensores se ponían en funcionamiento a pesar de no tener electricidad y la dama blanca hacía su aparición entre otras muchas cosas.  
La Dama Blanca, era una misteriosa mujer que aparecía todas las noches vagando por las entrañas del edificio, y siempre era vista cruzando los oscuros pasillos, vestida solo con un camisón blanco e iluminada por una misteriosa luz, aparentemente sin procedencia alguna, asustaba a todo el que decidiese entrar.   
En la zona del mortuorio según algunos programas de Investigación paranormal se han hallado restos de cadáveres, como la pierna que afirmaba haber visto el conocido programa emitido por Cuatro:Cuarto Milenioen su visita a las ruinas extrañas fotos y psicofonías, pruebas de que había algo paranormal allí. En una de sus plantas, en las que se encontraba una pequeña capilla y era frecuentada por monjas durante varios años, se escucharon gritos y aparecían sotanas abandonadas.  
  
Tras el derrumbe del hospital el día 10 de octubre del 2008, sólo queda un pie un pequeño ambulatorio situado en la parte nueva del recinto, y en el solar restante parece que se construirá un Instituto de Educación Secundaria, que quién sabe si guardará relación con los sucesos ocurridos en el mítico Manuel Lois.

"Leyenda de la Virgen de la Cinta"

Sobre el año 400 un hombre llamado Juan Antonio, zapatero de profesión, viniendo de Gibraleón sufrió un fuerte dolor en el costado, cayó al suelo e invocando a María Santísima por su Natividad halló un cinto en el suelo y atándoselo sanó y siguió su camino.  
Cuando llegó a su casa se lo contó a su mujer y a un amigo pintor que tenía en casa recogido, de nombre Pedro Pablo. En acción de gracias, y construyendo una pequeña capilla en el lugar del milagro, pintó una Señora sobre la pared de la misma sentada con el niño en su regazo desnudo con unos zapatitos; en recuerdo por los que el zapatero les regalaba a los niños pobres el día de Navidad, y con una Cinta en la mano recordando el milagro del dolor, con una Granada en la mano que representa todas las virtudes que Dios puso en esa gran Señora.  
En el siglo VIII, con la invasión musulmana, se escondió la imagen derribando la capilla y tapándola entre malezas y un muro falso la imagen bendita.  
Hacia 1400, cuando un pastor llamado Francisco Pedro traía a Huelva reses para lidiar, un toro bravo lo puso en peligro y el pastor trepando sobre unas malezas que allí había se derrumbó parte de un muro y quedó al descubierto la Santísima Virgen, el pastor dio cuenta del milagro a las autoridades y cuando llegaron a lugar se encontraron al toro arrodillado ante la imagen.  
Al poco tiempo un onubense prisionero en tierras musulmanas, hablaba con la virgen invocando su libertad. Un musulmán al escucharlo, le preguntó al cautivo que con que mujer hablaba, a lo que él respondió que era Nuestra Señora de la Cinta, que le salvaría llevándolo a su tierra. El moro lo echó sobre un arca, y lo subió a un barco, echó un gallo al que le corto el cuello. Lo cerró con unos pilares de mármol. Y le dijo que cuando el gallo cantase la mujer con quien hablaba le salvaría. El moro se quedó dormido y al despertarse escucho la gallo cantar y viéndose en tierra extraña vio una capillita con una imagen de la Virgen y sacando al cautivo le dijo en tu tierra estamos y la Señora te ha salvado, el onubense dio cuenta a las autoridades.  
Viendo el riesgo que había de inundaciones se decidió trasladar el muro de la Virgen a la parte mas alta del cabezo, llevándola en procesión. Al llegar arriba se construyó un santuario en su honor y el moro recibió las aguas del bautismo.  
Esta devoción, y su santuario, también está relacionada con el descubrimiento colombino en el sentido de constituir una devoción bastante extendida entre la marinería de la zona. Por otra parte el propio Cristobal Colón al encontrarse en una situación apurada el 3 de marzo en su viaje de vuelta hizo promesa de peregrinar en camisa a este santuario y así lo cumplió el almirante a su regreso.

"Piratas, el corsario Papasoli"

Estando la costa de Huelva y los barcos que a ella se dirigían asolados por los piratas turcos y berberiscos, se decidió preparar unos barcos para la defensa de la ciudad y para contrarrestar estos ataques. Es el origen de la “Galeota de Huelva”, capitaneada por Juan de Vega y Garrocho, hijo de uno de los capitanes de la Armada Invencible. Al mando de dos barcos se dedicó a defender Huelva y a los barcos de los ataques piratas, apresando varios de ellos, entre los que se encontraba el corsario Solimán el Negro, famoso en aquella época. Esta empresa la continuó su hijo José de Vega y Garrocho.  

El corsario Papasoli asolaba las costas de Huelva y tenía fama de estar obsesionado por las ballenas y otros “monstruos marinos”. Aprovechándose de esto, el capitán Garrocho construyó una estructura sobre un barco y le pintó ojos y dientes simulando un monstruo marino. El barco-señuelo fue dejado varado cerca de la costa y sin los palos, de forma que pareciese una ballena. Cuando el pirata se acercó a comprobar lo que era, fue acorralado y apresado.  

"El naúfrago, Cristo Nazareno"

Cuentan que tras una noche de tormenta, un barco que se dirigía al fondeadero del antiguo pueblo de Saltés descubrió un náufrago agarrado a unos tablones. Enseguida se botó una barca para ir en su busca. La sorpresa de los marineros fue grande al comprobar que no era un marinero de un barco naufragado, sino un cristo nazareno agarrado a una cruz rota al igual que un náufrago se agarraría a unas tablas.   

Ese Cristo pasó a formar parte de las imágenes de la iglesia del pueblo de Saltés y posteriormente pasaría a la capilla de Saltés en la zona de la plaza Quintero Báez y finalmente a la iglesia de San Pedro, dónde desapareció en la Guerra   Civil.  
  
 
 

1 comentario: